viernes, 16 de diciembre de 2011

Inocencia Perdida (Relato erótico)


En la primavera de 2007, Paola era una hermosa chica con apenas 18 años recién cumplidos. Aunque poseía un carácter inquieto con grandes deseos de conocer el mundo y salir de su natal Coatzacoalcos, Veracruz, su aire de inocencia cautivaba. Acostumbrada siempre a recibir buenos comentarios de las personas debido a su torneado cuerpo que gustaba resaltar con minifaldas, aunque este estilo de vestir no era del agrado de su novio ni de la familia de éste.

Yo la conocí hace apenas unos meses, en febrero para ser exactos, casi a los 22 años de edad, es decir cuatro años después de los acontecimientos principales que aquí voy a narrar. Nuestro encuentro fue por internet, habiendo platicado muchas horas me fue contando las cosas que impactaron su vida a partir sobre todo de haber llegado a la mayoría de edad. Supe que dos días después de cumplir 18, Pamela salió a festejar con su amiga Rocío.

Su novio Ricardo no pudo –o no quiso- acompañarla ese sábado, porque al otro día tenía un compromiso en su iglesia -la Comunidad de Dios, del pastor Claudio Martínez, a la que asistían juntos desde su fundación en mayo de 2006. Para ella había sido difícil adaptarse al estilo de vida de su novio, pues por los principios de la religión cristiana, no estaba bien visto bailar, tomar alcohol o fumar. Hay que destacar que ella en verdad quería llevar una vida sana, pero como decimos los mexicanos por naturaleza “era muy cachonda”.

Ella había crecido con su madre, sin la presencia de su papá que desafortunadamente había fallecido cuando era muy niña, por lo que al conocer a Ricardo encontró mucho aprecio y cariño por parte de su suegra y sus dos cuñadas, las cuales la aconsejaban a moderar sus salidas con amistades como Rocío, considerada una chica liberal. Sin embargo, uno de sus más preciados sueños era festejar su mayoría de edad bailando y divirtiéndose como la mayoría de las personas de la preparatoria.

Llegado el día, a duras penas consiguió permiso para ir al antro, y sobre todo obtener la confianza de su novio Ricardo, quien solamente se encogió de hombros al escuchar el deseo de Paola por divertirse bailando.

-Te juro que me encanta Richard, le dijo a Rocío mientras iban en el taxi, “pero a veces me aburro demasiado, aunque esta vez creo que será la primera y la última”, sentenció.

Llegaron a un antro donde a ritmo de Daddy Yankee y Wisin & Yandel, las invitaron inmediatamente a bailar y a tomar bebidas con poco alcohol. Los mensajes de texto que recibía en su celular por parte del novio, hicieron a Paola relajarse más, riéndose a carcajadas y moviendo sus caderas al vaivén de reggaeton. Pasado unos minutos la música se fue relajando hasta pasar al momento romántico, siendo aprovechado por Jason el muchacho que bailaba con ella, haciéndole notar que tenía 20 años.

Sin saber por qué -¿acaso le pusieron algo a la bebida? (me pregunto yo)-, Pamela comenzó a dejarse acariciar suavemente por Jason, el cual la besaba introduciendo su lengua en la boca de ella, abriéndose generosamente ante esas sensaciones nunca experimentadas. Entonces Pamela recordó que a su novio la unía también el secreto de que ambos a escondidas habían estado tocándose, llegando inclusive a estar en una habitación solamente vestidos con ropa interior. La mente de Paola no dejaba de pensar en que con Ricardo habían prometido no llegar a la penetración, sino únicamente tener sexo oral, habiéndolo hecho en dos ocasiones a lo máximo.

Pero el presente en ese momento era Jason, un chico muy atractivo al que Paola no dejaba de besar. Las horas fueron pasando y la fiesta se prolongó, sin que nadie, excepto Rocío fuera testigo de lo vivido por Paola. ¿Qué pasó ahí? Precisamente esa fue la pregunta que al otro día le lanzó su novio sin que ella pudiera responder, y con lágrimas a punto de brotar. “Necesito tiempo para asimilar estos cambios”, fue todo lo que le dijo a Ricardo.

Varias semanas pasaron sin que Paola pusiera un pie en la Comunidad de Dios, evadiendo llamadas de amigas y hermanas de la fe. Siempre tenía un pretexto para faltar. Fue hasta un jueves por la tarde cuando la situación comenzó a cambiar debido a que su cuñada fue a verla a su casa, comentándole que su suegra había determinado pagarle el costo de un retiro espiritual que duraría tres días. Ya todo estaba pagado y el “Encuentro” daría inicio al siguiente día viernes.

Sin tener muchas opciones ni para donde hacerse, esta chica acudió al retiro que era a las afueras de la ciudad, donde por cierto había una gran cantidad de chicas jóvenes como ella, la mayoría vistiendo jeans ajustados y playeras ceñidas al cuerpo. Cualquiera pudiera haber confundido esta reunión de chicas con un día de campo, salvo que desde las primeras horas comenzaron a tener actividades relacionadas con arengas religiosas que les hablaban del pecado y de la necesidad de renunciar a él.

Bajo este enfoque religioso, el pecado más comentado era el sexo premarital, ya que se decía “una joven consagrada no podía perder la virginidad antes del matrimonio”, aunque claro que dada la dificultad de encontrar a mujeres con el himen intacto (concepto además anacrónico), se recurría al argumento de que Dios les perdonaría cualquier actividad ilícita siempre y cuando fuera confesada ante una autoridad espiritual competente.

Las chicas empezaron a llorar cuando se llamó al arrepentimiento. Una a una comenzaron a pasar a pequeños espacios destinados a la confesión de sus transgresiones de tipo sexual. Fue ahí cuando Paola sintió la necesidad de sacar todo aquello que traía en sus pensamientos, esto es, lo que ella consideraba una imperdonable traición a su novio, precisamente el día de la fiesta en el antro cuando cumplió sus 18 años.

Mientras su mentora le daba palmaditas en la espalda, animó a Paola a no dar por omiso ninguna falta, para que así fuera purificada. Entonces Paola comenzó a narrar –no sin soltar lágrimas- que aquella noche del antro, Jason la llevó al baño para tener sexo. Ese encuentro sexual, decía la chica en su confesión, le remordía la conciencia por haber violado tres condiciones y haber realizado cosas que jamás imagino hacer. Lo primero desde luego fue la infidelidad, el meterse sexualmente con un perfecto desconocido y traicionar la confianza de su novio Ricardo.

Lo segundo es que en su afán de proteger la virginidad de su himen, Paola le pidió al chico que le metiera la verga en el ano. Así literal lo dijo, causando que la dama que escuchaba se sonrojara: -“Le dije a Jason, méteme la verga por el culo y rómpemelo”.

Quién sabe si por curiosidad o qué, la mentora que escuchaba la confesión, quiso hurgar más en el relato de los hechos, preguntándole como es que sabía tanto sobre sexo, a lo que Paola respondió con una voz impregnada por el llanto, que desde los 15 años comenzó a mirar películas pornográficas que su misma madre guardaba en el closet, al hacerse cristiana intentó dejar estos hábitos, sin embargo infructuosamente porque un día encontró el consolador de su mamá y meses después se lo metió a fondo por el ano.

Lo tercero fue que a pesar de que con Ricardo había tenido sexo oral en un par de ocasiones, nunca había tragado su esperma, cosa que con Jason en el antro no le importó, pues minutos antes de que éste eyaculara, le pidió que le sacara el pene del ano, para poder acabar en su boca. El resultado fue que tragó todo el semen, sintiéndose desde ese día pecaminosamente obsesionada por el sexo.

El caso es que terminaron la sesión haciendo conjuros e invocaciones para erradicar la lujuria de la pobre Paola, que finalmente salió contenta de ese lugar, sintiéndose liberada de su conciencia, llena del Espíritu Santo, dispuesta a comenzar una nueva vida y soñando con una nueva relación con su novio Ricardo que terminara en una boda feliz donde todos vivieran dichosos por la eternidad, viendo crecer a sus hijos y nietos. Tomados de la mano como un verdadero cuento de hadas.

Aquí terminaría un relato con final feliz, pero la verdad es que las cosas se complicaron, pues quién sabe cómo, aquel secreto trascendió, primeramente porque Ricardo fue castigado por los pastores de la iglesia, ya que debiendo ser un ejemplo a seguir, había estado sosteniendo encuentros íntimos con su novia. De nada le valió a este muchacho argumentar que solo habían sido dos ocasiones y que en ninguna ocasión había eyaculado, ni penetrado vaginalmente.

A pesar de esta triste situación, el panorama para Paola había dado un giro, pues su confesión había provocado que se le viera como una chica honesta, de tal forma que se le dieron oportunidades para integrarse a las actividades de su iglesia, sea como consejera de chicas con problemas similares a ella o también como cantante del coro de jóvenes que entregaban su vida a la fe. La felicidad completa llegó cuando ella y Ricardo se casaron con la bendición de sus pastores y hermanos.

Aunque la vida sexual de Paola se activó con el matrimonio, en el fondo había algo que no le cuadraba, una especie de insatisfacción, pero no podía definir en qué consistía. Ricardo se volvió monótono, pues el acto sexual era algo rápido, un poco de besos y caricias, luego quitarle las bragas, penetrarla unos minutos y terminar. Así fue pasando el tiempo, hasta que nuestra protagonista de esta historia decidió meterse a la universidad a terminar la carrera de Psicología.

Allí hizo amigos y amigas que compartían con ella otras visiones de la vida. Ella pasaba mucho tiempo libre, pues dejó un poco las actividades de la iglesia, mientras que su esposo se la pasaba trabajando hasta tarde para mantener la casa. Por las tardes hacían tarea, turnándose las casas donde se reunían, un poco de tarea, otro poco de música y mucho relajo entre los jóvenes. Una ocasión la compañera de nombre Emma, dijo que sería acompañada por un primo. Cuál sería la sorpresa que el susodicho era nada más ni nada menos que Jason.

Desde esa ocasión Paola se inquietó muchísimo. Por las noches no dejaba de pensar en ese chico, al grado de que mientras su esposo dormía, ella se salía a la sala para masturbarse pensando en aquel joven que conociera en el antro. Las cosas subieron de nivel cuando comenzaron a platicar por internet, sobre todo porque usaban el Skype para tener sexo virtual. Después de varios meses, ella le pidió a Jason si la podía llevar a un motel, pues no le importaba engañar a su marido. Él le preguntó si acaso eso no le afectaría, sabiendo que era una chica cristiana, a lo cual respondió de que no, porque en realidad se había alejado de las creencias.

Jason sin embargo tenía otros planes. Quedaron de verse un jueves para ir a un auto hotel. Pero la hermosa joven se quedó atónita cuando vio que Jason iba con un amigo, aunque pensó que tal vez le estaba dando un “raid”. El automóvil fue dirigido al lugar indicado, a lo que Paola se quedó muda al no poder descifrar de qué se trataba, no obstante su excitación era tanta que no se negó a subir a la habitación, donde al entrar se escuchaba música de jazz y después al prender la TV estaban pasando una película pornográfica.

Este relato no estaría completo sin señalar en qué acabó la historia de Paola, hoy felizmente divorciada, pues fue descubierta en sus cuentas de correos sobre las actividades que se volvieron cotidianas. Por dos meses enteros cada semana Paola, Jason y Enrique (el otro chico) asistían a diversos moteles de la ciudad, donde compartían sexo salvaje y se hizo adicta a las dobles penetraciones. Uno dándole por la vagina y el otro por el ano. Basta decir que en la actualidad está pensando seriamente en volverse scort, mientras que yo tengo que conformarme con que tengamos cibersexo, pues vivimos de polo a polo. Ella jarocha y yo orgullosamente regio de Monterrey.







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