miércoles, 19 de febrero de 2020

Nicole Kidman - Retrato de una obsesión

Hasta 1958, año en que se ambienta la historia, Diane Arbus era una chica rica de Manhattan, sencillamente ocupada en ayudar a su esposo, fotógrafo de modas para «Vogue», «Harper's Bazaar», y otras publicaciones similares. Según historiadores, esta mujer abandonó luego esa vida, familia incluida, se dedicó a fotografiar toda clase de gente ajena al concepto aceptado de belleza, constituyendo así un hito del moderno arte gráfico norteamericano, se hizo beatnik, y se terminó suicidando en 1971. Dicen que también fotografiaba orgías.

Apreciamos una versión libre, en clave psicoanalítica un tanto ingenua, llena de símbolos obvios, de cómo una mujercita agradable, cuyo trabajo creativo consiste en medir la intensidad de la luz y planchar la ropa, se va convirtiendo en protagonista de un nuevo cuento para adultos, algo así como «Alicia en el país donde todo es lindo encuentra al seductor Hombre Lobo, se lo lleva a casa y se lo presenta a la familia».

Más en detalle, abre una compuerta en el cielorraso y por ahí entran el susodicho lobo, enanos, y toda clase de freaks. En expresión brasileña, ella tiene macacos en la azotea y los hace presentes. Además sufre de insomnio, así que además pasa las noches visitando toda clase de gente rara con su vecino, que sobrelleva aristocráticamente una misteriosa hipertricosis. La verdad, suena más lindo decir que padece el síndrome de hombre lobo, un mal que en este caso tiene sus ventajas, y, como en los buenos cuentos de miedo, es más lindo todavía cuanto menos vemos y sabemos, porque cuando le cortan un poco el pelo lo que aparece es Robert Downey Jr., bastante poca cosa para Nicole Kidman, que es la protagonista.

Dirigió Steven Shainberg.
















































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